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A-24

Feliz dia do capital

por A-24, em 31.05.14
Instit. ludwing Von Mises

Hoje, usufruímos prazeres e magnificências que eram inimagináveis há até mesmo 200 anos. Dirigimos automóveis, temos luz e inúmeros aparelhos elétricos em nossas casas, produzimos em massa todo e qualquer tipo de antibiótico, temos ar condicionado, viagens aéreas, geladeiras, congeladores, filmes, televisão, videocassetes, aparelhos de DVD, Blu-ray, rádios, toca-discos, CD players, computadores, notebooks, celulares, moradias confortáveis, comidas e roupas abundantes e de qualidade, medicina e odontologia modernas, máquina de lavar e secar, forno de microondas e por aí vai.
Livros que antes tinham de ser meticulosamente reproduzidos um de cada vez -- com trabalho -- hoje são reproduzidos aos milhares tanto por meio de fotocópias e impressoras quanto por meios puramente digitais. Hoje, você pode ler este texto na internet por meio do seu computador, notebook, iPad, iPhone ou simplesmente por meio de papel e impressora. Você escolhe.
Um voo intercontinental de algumas horas substitui semanas de viagem dentro de um navio primitivo. E mesmo um navio primitivo havia ao menos tornado possível as viagens intercontinentais, algo que era uma impossibilidade em um mundo baseado exclusivamente no trabalho humano. (Imagine ter de nadar todo o Oceano Atlântico!) Uma mensagem que demorava dias para ser transportada por meio de cavalos é hoje instantaneamente entregue via celulares e emails.
O que permitiu esta magnífica criação de riqueza foram investimentos em capital feitos por capitalistas, os quais geraram as mudanças tecnológicas que hoje nos permitem produzir mais com cada vez menos recursos. O trabalho é importante, sem dúvida, mas o que realmente nos faz ricos é o capital e a tecnologia que tornam o trabalho mais produtivo.

Sociedades pobres e sociedades ricas - O que faz a diferença

por A-24, em 04.10.13
Ludwig Von Mises

Que diferença há entre EUA e Índia? Será que a população indiana é mais pobre porque trabalha menos? Não. Na Índia, trabalha-se até mais do que nos EUA. Será que um indiano -- ou um egípcio ou um mexicano ou um haitiano -- possui menos conhecimento tecnológico que um americano ou um suíço? Não, o conhecimento está hoje disperso pelo mundo e tende a ser o mesmo. Com efeito, os técnicos indianos são reconhecidos como uns dos melhores do mundo. Então, por que há pessoas desnutridas e morrendo de inanição em Calcutá mas não em Zurique ou em San Francisco?


A diferença entre uma nação rica e uma nação pobre pode ser explicada exclusivamente por um único fator: a nação rica possui uma quantia muito maior de bens de capital do que uma nação pobre. 

Ao passo que na Índia um agricultor cultiva sua terra com duas vacas e um arado, nos EUA, um agricultor utiliza um trator e um computador. E, com esses bens de capital, ele é múltiplas vezes mais produtivo que seu congênere indiano. O americano seria o Robinson Crusoé rico, que possui uma rede e uma vara de pescar; o indiano seria o Robinson Crusoé pobre, que utiliza as próprias mãos para colher alimentos. Quando um indivíduo tem de utilizar apenas o trabalho de suas mãos, e o produto que ele produz é utilizado imediatamente para seu consumo final, ele é pobre. Quando este mesmo indivíduo passa a utilizar bens de capital, como tratores, computadores e vários tipos de máquinas -- os quais só puderam ser construídos graças à poupança e ao subsequente investimento de outras pessoas --, ele pode multiplicar acentuadamente sua produtividade e, consequentemente, ser muito mais rico.

Lo políticamente incorrecto como ideología de resistencia al mundialismo

por A-24, em 28.04.13
Alain Soral.- ¿Qué es el mundialismo? ¿Qué es lo políticamente correcto? Empecemos por el mundialismo.


El mundialismo no es la mundialización. La mundialización es un proceso ineludible de intercambios materiales debido al progreso técnico. No podemos oponernos a eso y tampoco es deseable hacerlo. El rechazo del la mundialización no es el deseo de una vuelta atrás civilizacional, el rechazo al progreso. Lo que está en tela de juicio es el mundialismo.
El mundialismo es un proyecto ideológico, una suerte de religión laica que trabaja para imponer un gobierno mundial y para la disolución de todas las naciones del planeta en una única humanidad. Todo ello bajo el pretexto de la paz universal, ya que la diversidad de naciones y pueblos es considerada como la causa de las guerras que ensangrientan el planeta desde el alba de la humanidad.
Este proceso ha estado lógicamente muy presente después de la 1ª Guerra Mundial, a través de la Sociedad de Naciones. Conoció un retroceso con la subida de los peligros que llevaron a la 2ª Guerra Mundial. Volvió con fuerza sobre los escombros de la Sociedad de Naciones después de 1945, con la ONU y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Declaración que no hay que confundir con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que concebía esos derechos en el marco concreto de una nación enraizada en un historia y una cultura: la nación francesa, en nombre de un modelo de civilizacional: el universalismo francés. Una civilización con un destino planetario, alternativo a la vez al islam de la umma y al liberalismo anglosajón.
Tenemos, pues, en oposición a las naciones y los pueblos considerados intrínsecamente belicosos, dos sistemas ideológicos surgidos de la 2ª Guerra Mundial: el socialismo ruso, hoy fenecido, y el capitalismo norteamericano, el gran vencedor, hasta ahora, de la Guerra Fría.
El mundialismo actual es hoy doble. Es a la vez un proyecto ideológico desviado de las Luces: un proyecto en que la paz universal, la humanidad reconciliada por la razón de Kant, que supuestamente iba a superar el oscurantismo de la escolástica que había desembocado en las guerras de religión en Europa, finalmente ha producido el obscurantismo de los Derechos Humanos.
Oscurantismo de los Derechos Humanos: o sea la prohibición, bajo acusación de blasfemia y de herejía, de utilizar a partir de ahora la Razón para criticar las fechorías concretas de este proceso totalitario sobre la humanidad concreta. Un mundialismo que es también, al mismo tiempo, la pendiente ineludible de la sociedad mercantil: ésta ha pasado de la libre empresa del empresario libre al capitalismo financiero orwelliano, en donde cada hombre es reducido al papel de asalariado y consumidor esclavo por lo que se denomina en el marxismo la “ley de concentración del capital impuesto por la baja tendencial de la tasa de provecho”.
Tenemos aquí la convergencia de dos procesos unificadores: uno ideológico, pensado: los Derechos Humanos universales, y el otro, económico, impuesto: la mercantilización integral bajo la religión del provecho. Dos procesos que se fundamentan hoy en un mismo proyecto, el del gobierno mundial bajo la égida del capitalismo anglosajón, en nombre de los abstractos Derechos Humanos.
Resumiendo: los derechos Humanos son hoy el catecismo de la disolución de los pueblos y las naciones con raíces, al servicio de la abstracción generalizada del capitalismo financiero mundializado, con vista a su dominación mundial e integral. O sea: dominación sobre nuestras carteras y nuestras almas.

Lo políticamente incorrecto
¿Qué es lo políticamente correcto? Lo políticamente correcto, es todo lo que acepta someterse, consciente o inconscientemente, al catecismo de los Derechos Humanos. Lo políticamente correcto es todo lo que resiste y se opone al catecismo de los Derechos Humanos. El “derecho-humanismo” no tiene nada que ver con los derechos reales de los hombres reales, ligados a su cultura local, a su nación, a su historia. El “derecho-humanismo” es el brazo armado ideológico del mundialismo, la palabrería que acompaña todo control, toda represión, todo aplastamiento de cualquier movimiento de resistencia al mundialismo económico e ideológico, ya sea militar, político o cultural. Es en nombre de los Derechos Humanos, que lleva aparejado, claro está, el derecho de “ingerencia humanitaria”, que se ha bombardeado a la pequeña nación serbia, por haber resistido en nombre de su cultura y de su historia, al rodillo compresor mundialista bajo mando norteamericano. Es en nombre de la ideología totaliatria y belicosa de los Derechos Humanos que se pisotea los derechos reales de los hombres reales. Ya se trate de serbios o de libios, iraquíes o sirios…
Pero también es en nombre de los Derechos Humanos que se destruyen, en el interior de las naciones y los pueblos, las solidaridades sociales tradicionales contra el capitalismo mundialista, al sustituir los logros sociales, en primer lugar los de los trabajadores y de las clases medias, por los derechos comunitarios de las minorías supuestamente oprimidas (en realidad minorías actuantes): derechos de los homosexuales, derechos de las mujeres, derechos de los jóvenes, derechos de los negros…, que son otros tantos segmentos de mercado al servicio del mundialismo ideológico y mercantil.
Toda resistencia a esta sumisión es considerada un crimen contra la Humanidad. Los serbios son los enemigos de la Humanidad, cuando en realidad tratan de preservar su modo de vida y su independencia. Si nos negamos a considerar a los homosexuales como una categoría social (los homosexuales no se limitan a un lobby gay autoproclamado y la sodomía no es más que una actividad de ocio privado), somos unos criminales. Y así sucesivamente… En resumen: todo rechazo a someterse a la estafa de estos supuestos Derechos Humanos, que consisten en realidad en someter a los hombres a la dominación mundialista mercantil, ¡es considerada por ese mismo poder otros tantos crímenes contra la Humanidad!
Estas sentencias de “crimen contra la Humanidad” permite en la práctica expulsar a quien es acusado de ello de la propia humanidad, rebajado al nivel de infrahombre sin derecho a gozar de esos famosos Derechos Humanos: pueblos alemán y japonés después de la 2ª Guerra Mundial, serbios, sirios, mañana tal vez iraníes, militantes y simpatizantes de partidos identitarios en Europa hoy… A los que se resisten a someterse, a los que quieren seguir su propio camino, se los expulsa de la humanidad, se los envilece y se los machaca…Todo ello en nombre de los más altos valores que en el mundo son: la Democracia, los Derechos Humanos, la Paz, la Concordia…
Aceptar la corrección política equivale aceptar la impotencia política y someterse a la dictadura de los Derechos Humanos y al chantaje del crimen contra la Humanidad y encontrarse en definitiva desnudo y desarmado frente a la ideología mundialista. El eslogan que resume mejor todo esto y que nos repiten sin cesar es el famoso “¡Nunca más eso!”, que no significa otra cosa que: “¡El mundialismo o Auschwitz!”, y para los recalcitrantes la no menos famosa reductio ad Hitlerum.
Para resumir: lo políticamente incorrecto no es para nada un inútil juego de provocaciones. Es en realidad, aunque no siempre se comprenda, la doctrina de resistencia al mundialismo. Es una doctrina de insumisión sin la cual la crítica limitada al mundialismo es insuficiente y hasta incoherente, como es incoherente lo políticamente incorrecto que no hace la critica de a la doctrina liberal.
Luego, no solamente el pensamiento políticamente incorrecto no debe ser abandonado, sino reforzado. La izquierda, que dominaba antaño la escena con el marxismo, ha abandonado todo pensamiento, y se ha entregado al oscurantismo de los Derechos Humanos. En este tiempo presente en que ya nadie piensa ni en la izquierda ni en la derecha (ya que la derecha se conforma con hacer negocios), los nacionales, los identitarios, los patriotas, somos los únicos verdaderos y eficientes críticos del Sistema, y debemos ocupar el sitio desertado de las ideas y convertirnos en este desierto en los amos del pensamiento del mañana y encarnar el genio de las patrias europeas que no han de morir.

Ligações entre o Capitalismo e a imigração na França

por A-24, em 06.02.13
Alain de Benoist - En 1973, poco antes de su muerte, el presidente francés Georges Pompidou admitió haber abierto las compuertas de la inmigración a petición de un gran número de hombres de negocios que estaban dispuestos a aprovechar una dócil mano de obra barata, carente de conciencia de clase y de una tradición de lucha social. Esta medida estaba destinada a rebajar los salarios de los trabajadores franceses, reducir su derecho a la huelga y, además romper la unidad del movimiento obrero. “Los grandes patrones”, decía Pompidou, “siempre quieren más”.
Como es sabido, Francia optó por la inmigración extranjera a partir del siglo XIX. La población inmigrante era ya de 800.000 en 1876, llegando a la cifra de 1.200.000 en 1911. La industria francesa fue el principal centro de atracción para los 
inmigrantes italianos y belgas primero, seguidos después por los polacos, españoles y portugueses. Esa inmigración, no cualificada y no sindicalizada, permitió a los empleadores evadir los crecientes requisitos relativos a la legislación laboral.
En 1924, por iniciativa de la Comisión de Minas de Carbón y los grandes agricultores del noroeste de Francia, fue fundada una Agencia General para la Inmigración”. Se abrieron oficinas de empleo en Europa para reclutar trabajadores inmigrantes que operaban como auténticas aspiradoras de mano de obra barata. En 1931 había 2.700.000 extranjeros en Francia, es decir el 6,6% de la población total. En ese momento Francia tenía el nivel de inmigración más alto del mundo (515 inmigrantes por cada 100.000 habitantes). Esta fue una manera práctica para un gran número de grandes empleadores para hacer bajar los salarios. A partir de entonces el capitalismo busca hacer competitiva la fuerza laboral con la ayuda de los ejércitos de reserva de los asalariados.
Después de la 2ª Guerra Mundial, los inmigrantes comenzaron a llegar mayormente de los países del Magreb: primero de Argelia, después de Marruecos. Camiones fletados por grandes empresas( especialmente de la industria del automóvil y de la construcción) llegaron por centenares para reclutar inmigrantes en el acto. Entre 1962 y 1974 casi 2.000.000 de inmigrantes adicionales llegaron a Francia, de los cuales 550.000 fueron reclutados por el Servicio Nacional de Inmigración (ONI), un organismo estatal, sin embargo controlado realmente por las grandes empresas.Desde entonces, la tendencia ha crecido.

Las grandes empresas y la izquierda: una santa alianza


El católico liberal y conservador Philippe Nemo observa acertadamente:

“En Europa hay personas a los mandos de la economía que sueñan con traer a Europa mano de obra barata. En primer lugar, para hacer trabajos para los cuales la mano de obra local es escasa. En segundo lugar, para hacer bajar los salarios de otros trabajadores en Europa. Estos lobbys, que poseen todos los medios necesarios para ser atendidos, ya sea por los gobiernos o por la Comisión en Bruselas, están, en general, a favor de la inmigración y la ampliación de Europa, que facilitaría considerablemente la migración de mano de obra.
Según cifras oficiales, los inmigrantes representan 5 millones de personas, lo que significa el 8% de la población francesa en 2008. Los hijos de inmigrantes, descendientes directos de uno o dos inmigrantes, son 6,5 millones de personas, es decir el 11% de la población. El número de ilegales se estima que está entre 300.000 y 500.000. (La expulsión de los inmigrantes ilegales cuesta 232 millones de euros anuales, es decir, 12.000 euros por caso). Por su parte el demógrafo Jean-Paul Gourévitch estima que la población de origen extranjero que vive en Francia en 2009 es de 7,7 millones de personas (de los cuales 3,4 millones son de origen magrebí y 2,4 millones son de origen subsahariano), es decir: 12,2% de la población francesa. En 2006, la población inmigrante representó el 17% de los nacimientos en Francia.
Mientras la inmigración le genera al sector privado más de lo que le cuesta, esta le cuesta al sector público más de lo que le aporta. La inmigración es un buen negocio para los patrones pero uno muy malo para la sociedad en su conjunto.
El coste global de la inmigración en Francia ha sido calculado: según un estudio redactado por Jean-Paul Gourévitch, el costo de la política migratoria de Francia (los gastos que el Estado dedica para la inmigración) alcanza hoy los 80.000 millones de euros al año, de los cuales cerca las tres cuartas partes (59.000 millones de euros) van para los costos sociales. Los ingresos que genera la inmigración en Francia se eleva a 49.000 millones de euros (las dos terceras partes son debidas a la fiscalidad directa (Estado y colectividades locales) e indirecta (IVA y TIPP, el impuesto sobre los carburantes). El déficit de las finanzas públicas se eleva pues a 31.000 millones de euros al año. A estos gastos hay que añadir el costo social de la inmigración: Justicia, policía, vigilancia de fronteras, repatriación de los ilegales, los daños generados por la criminalidad generada por la inmigración, etc… Se calcula en 38.000 mil millones de euros al año el coste total de la inmigración en Francia, es decir casi dos puntos del PIB.
En conclusión: La inmigración no tiene efectos globalmente positivos sobre las finanzas públicas, ya que la inmigración de poblamiento le cuesta al Estado más de lo que aporta, mientras que la inmigración de trabajo si aporta algo más de lo que cuesta, siempre que no sea clandestina.
En este sentido, es sorprendente observar cómo las redes que actúan en nombre de los “sin papeles”, a cargo de la extrema izquierda (que parece haber descubierto en los inmigrantes su “sustituto de proletariado” sirven a los intereses del gran capital. Las redes criminales, traficantes de personas y de mercancias, las grandes empresas, activistas de “derechos humanos” y empleadores que contratan “en negro”", todos ellos en virtud del libre mercado, se han convertido en defensores de la abolición de las fronteras en nombre de los intereses de la clase trabajadora.

El que critica el capitalismo, mientras aprueba la inmigración, cuya primera víctima es la clase obrera, haría mejor en callarse. El que critica a la inmigración, mientras permanece en silencio sobre el capitalismo, debería hacer otro tanto.

Alerta Digital

Os anticapitalistas: os bárbaros chegam aos portões

por A-24, em 21.10.12
Onde, então, nós nos situamos? Como sabemos, o socialismo nada mais é do que um puro caos calculacional. Avaliações e alocações racionais serão, nesse sistema, coisas eternamente ilusórias. Trata-se de um gigantesco jogo de soma negativa, no qual cada jogador se preocupa apenas em pegar rapidamente um pedaço do bolo, enquanto este vai diminuindo rapidamente frente aos olhos de todos. Já o estado assistencialista, intervencionista e belicista não representa nenhuma melhoria. Cada intervenção sempre gerará uma outra. A burocracia torna-se a única "indústria" que garantidamente sempre vai crescer. Cada nova regulamentação taxa o setor privado, impiedosamente desviando recursos das mãos dos produtivos para as mãos dos improdutivos. Assim, um verdadeiro capitalismo é o único jogo de soma positiva disponível.

O que realmente é o mercado

por A-24, em 21.09.12
O capitalismo, no entender de seus inimigos, significa a política econômica defendida pelas grandes empresas e pelos milionários. Diante do fato de que alguns capitalistas e empresários ricos, nos dias de hoje, são favoráveis a medidas que restringem o livre comércio e a livre concorrência, e que resultam em monopólio, os críticos dizem: o capitalismo contemporâneo defende o protecionismo, os cartéis e a abolição da competição.
Essa tese deforma grosseiramente tanto a teoria econômica como os fatos históricos. Houve e sempre haverá pessoas cujos interesses próprios exigem proteção para situações já estabelecidas, e que esperam obter vantagens de medidas que restringem a concorrência. Empresários envelhecidos e cansados, bem como os herdeiros decadentes de pessoas que foram bem sucedidas no passado, não gostam de empreendedores novos e ágeis que ameaçam a sua riqueza e posição social eminente. Seu desejo de tornar rígidas as condições econômicas e de impedir o progresso pode ou não ser realizado, dependendo do clima da opinião pública.
A estrutura ideológica do século XIX, influenciada pelo prestígio dos ensinamentos dos economistas liberais, tornava inúteis esses desejos. Quando os melhoramentos tecnológicos da era do liberalismo revolucionaram os métodos tradicionais de produção, transporte e comércio, aqueles cujos interesses estabelecidos foram atingidos não pediram proteção porque teria sido inútil. Mas, hoje, o fato de impedir um homem eficiente de competir com um menos eficiente, é considerado como uma tarefa legítima do governo. A opinião pública simpatiza com as solicitações de grupos poderosos para impedir o progresso. Não é de estranhar que, em tal ambiente, empresários menos eficientes busquem proteção contra concorrentes mais eficientes.

Inst. Ludwig Von Mises

Ditaduras, relativismo moral e a necessidade de métodos brutais para se atingir o socialismo

por A-24, em 11.06.12
Veja abaixo as manchetes de quatro obituários publicados pelo The New York Times, o mais influente jornal da esquerda chique.  A primeira manchete relata o obituário do ditador anticomunista Augusto Pinochet.  As outras três são os obituários dos comunistas Mao, Stalin e Lênin, autênticos genocidas.  Gentileza observar quantos são descritos como tendo 'governado pelo terror'.

11 de dezembro de 2006: Augusto Pinochet, Ditador que Governou pelo Terror o Chile, morre aos 91
10 de setembro de 1976: . . . Mao Tsé-tung Morre em Pequim aos 82; Líder da Revolução Vermelha da China
6 de março de 1953: Stálin Emergiu da Opressão Czarista para transformar a Rússia em um Poderoso Estado Socialista; IMPLACÁVEL NA BUSCA POR SEUS OBJETIVOS
24 de janeiro de 1924: ENORME MULTIDÃO PRESTA ÚLTIMA SOLIDARIEDADE AO CORPO DE LENIN; Horas de Espera sob Neve e Temperaturas Congelantes Fora do Clube Nobre de Moscou. CAIXÃO CARREGADO POR OITO QUILÔMETROS, Membros do Conselho de Comissários Cambaleiam sob o Peso do Caixão, Recusando-se a Utilizar Suportes

Em todas essas manchetes encontramos condenação rematada e absoluta a apenas um ditador.  Um que foi relativamente brando no que tange a ditaduras, mas que era anticomunista; sua principal característica foi seu governo pelo "Terror".

Em contraste, no caso dos genocidas comunistas, observa-se uma tolerância acrítica nas manchetes, em conjunto com uma zelosa recusa à menção dos terrores incalculavelmente maiores que eles causaram.  Assim, Mao foi o "Líder da Revolução Vermelha da China"; Stálin supostamente transformou "a Rússia em um Poderoso Estado Socialista"; e o funeral de Lênin foi descrito como um fenômeno de entusiasmo beirando a adoração: "...CAIXÃO CARREGADO POR OITO QUILÔMETROS, Membros do Conselho de Comissários Cambaleiam sob o Peso do Caixão, Recusando-se a Utilizar Suportes..."

O caso chileno
A reação da imprensa mundial e dos intelectuais de esquerda quando da morte de Augusto Pinochet relembrou-me que, além da fábula de Papai Noel e suas renas, há uma outra fábula ainda vigorosamente presente no mundo atual.  E, ao passo que a fábula de Papai Noel é inocente, servindo apenas para entreter crianças pequenas, essa outra definitivamente não tem nada de inocente; ela é puramente maliciosa.  Trata-se da fábula de que aqueles que são responsáveis por tentar socializar o sistema econômico de um país, como os marxistas do governo chileno de Salvador Allende, são bem intencionados e, por isso, merecem estar imunes de todo e qualquer malefício corporal, além de certamente não merecerem jamais ser mortos.
De acordo com essa fábula, em um país como o Chile sob o governo Allende, garotos e garotas marxistas cantavam e dançavam alegremente, seus rostos resplandecentes de amor pelos oprimidos, enquanto se dedicavam à jubilosa tarefa de construir um sistema econômico socialista.  É claro que, como em toda fábula, sempre existem forças negras que conspiram contra essa alegria: repetidamente, onde quer que esses inocentes e felizes marxistas tentam efetuar sua obra caritativa — na Rússia soviética, na China comunista, em Cuba e em todos os outros vários satélites — empobrecimento, miséria, escravidão e genocídios sempre teimam em ocorrer.
Porém, de acordo com a fábula, é claro que tais acontecimentos nada têm a ver com a natureza do socialismo e com as ações dos marxistas que tentam estabelecê-lo.  O infortúnio simplesmente acontece.  De maneira igualmente inexplicável — a menos que seja simplesmente por sua natureza puramente má —, homens malvados e sórdidos aparecem do nada e, sem nenhum motivo aparente, se opõem aos inocentes marxistas, espancam-nos e matam-nos, como fizeram os soldados de Pinochet no Chile em resposta à tentativa dos marxistas de socializar a economia daquele país.  O horror! Que afronta contra bons e inocentes marxistas!  Tal tipo de maldade certamente merece ser severamente punida!
Fim da fábula.  Agora, a realidade. 
O Chile na época do golpe militar estava imerso no caos econômico.  O presidente Allende, apesar de ter sido eleito com apenas 36% dos votos válidos (a direita teve 34,9% e os social-democratas, 27,8%), estava agressivamente implementando um programa econômico puramente marxista, como até mesmo o amplamente hostil obituário do The New York Times admite: "um programa socialista de confisco e estatização de minas, bancos e indústrias estratégicas; divisão e repartição de grandes propriedades rurais em fazendas comunais; e controle absoluto de preços".  Não surpreendentemente, tais medidas, como o próprio Times reconhece, "rapidamente resultaram em acentuados declínios na produção, escassez absoluta de bens de consumo e inflação explosiva."

Ademais, Allende centralizou e nacionalizou a educação e o sistema de saúde, distribuiu benefícios para seus aliados políticos e inflacionou alucinadamente a oferta monetária, o que levou ao colapso de toda a economia e ao endividamento maciço seguido do calote.  A inflação de preços foi combatida com o típico e anacrônico recurso do congelamento, o que deixou lojas e supermercados com prateleiras vazias, além de gerar revolta em todos os proprietários e empreendedores do país. 
Hoje sabe-se que havia até mesmo um projeto que parece ter saído direto de um livro de ficção científica, levando ao paroxismo tudo aquilo com que Marx sempre sonhou: uma economia centralmente planejada por um computador gigante.
Com tudo isso, resta a pergunta: é realmente crível que não houve violência nesse processo de confiscos?  Nenhum sofrimento humano?
A questão essencial a ser julgada é que estava em andamento um maciço processo de confisco armado sendo conduzido pelo governo Allende.  O regime possuía milícias armadas que eram utilizadas para saquear e confiscar a propriedade das pessoas, sendo que o critério para tal era exatamente aquele definido por Marx: qualquer um que se enquadrasse na descrição de 'burguês'.  De acordo com o obituário do The Wall Street Journal, o regime estava agindo em claro desacato à Suprema Corte chilena, que o havia denunciado por seu "deliberado e obstinado desprezo por decisões judiciais", o que criou a ameaça de um "iminente colapso de toda a legalidade."

O direito de se defender
Enquanto os marxistas se limitam apenas a escrever, fantasiar e falar sobre a destruição do capitalismo e o consequente estabelecimento do socialismo, eles têm todo o direito de serem deixados em paz e não sofrerem qualquer tipo de moléstia, assim como tem esse mesmo direito qualquer outra pessoa que não agrida ninguém a não ser ela própria.  Porém, quando os marxistas saem de suas fantasias e começam a colocá-las em prática no mundo real, cometendo confiscos e roubos à mão armada, tal ato cancela seus direitos à não agressão, inclusive seu direito à vida.


O direito à vida, à liberdade e a não ter sua propriedade confiscada, o qual todos os homens possuem, carrega consigo o direito à autodefesa.  O exercício do direito à autodefesa inclui matar aqueles que representam uma ameaça iminente à vida de uma pessoa.  Inclui matar aqueles que são uma ameaça iminente à vida de um indivíduo que está apenas tentando defender sua propriedade.  Ladrões armados querendo confiscar propriedades sempre representam essa ameaça, sejam eles marxistas ou não.


Contrariamente ao que pensam vários intelectuais de esquerda, comunistas não têm o direito de matar dezenas de milhões de pessoas inocentes.  Mais ainda: eles não têm o direito de reclamar quando suas almejadas vítimas reagem, impedem suas ações e, nesse processo, matam alguns comunistas.
Se os marxistas que apanharam e morreram no Chile quisessem de fato evitar tal destino, eles deveriam simplesmente ter ficado em casa escrevendo livros e artigos, ou fazendo palestras, ou organizando marchas e protestos pacíficos.  Eles certamente não deveriam ter feito planos para saquear a propriedade de terceiros.
Quanto ao general Pinochet, ele ao menos merece ser lembrado como o homem que impediu que seu país se tornasse o segundo satélite soviético no Ocidente, após a Cuba de Fidel Castro.  E, assim como Cuba e a União Soviética, uma ditadura totalitária com uma população empobrecida e faminta.

O general certamente não era nenhum anjo.  Nenhum soldado pode ser.  Ele foi repetidamente denunciado pela morte ou desaparecimento de mais de 3.000 cidadãos chilenos, além de acusado pela tortura de outros milhares.  É bem provável que um número substancial de chilenos inocentes tenha morrido ou desaparecido ou sofrido tratamentos brutais como resultado das ações de Pinochet.  Porém, em uma batalha para se evitar a imposição de uma ditadura comunista, é algo incontestável que a maioria daqueles que morreram ou sofreram torturas estava preparada para infligir um número excepcionalmente maior de mortes e uma escala avassaladoramente maior de sofrimento aos seus conterrâneos.
A morte e o sofrimento desses propensos totalitários não deve ser lamentada, assim como não se deve lamentar as mortes de Lênin, Stálin, Hitler e seus respectivos auxiliares.  Tivesse havido um general Pinochet na Rússia em 1918 ou na Alemanha em 1933, as pessoas daqueles países, assim como o resto do mundo, estariam incomparavelmente melhores, exatamente em virtude da morte, desaparecimento e concomitante sofrimento de um vasto número de comunistas e nazistas.  A vida e a liberdade são positivamente auxiliadas pela morte e o desaparecimento desses seus inimigos mortais.  A ausência destas pessoas significa a ausência de coisas como campos de concentração e genocídios, e isso obviamente é algo que deve ser ardentemente desejado.


Quanto a todas as pessoas inocentes que morreram no Chile, seu destino deveria ser imputado principalmente aos conspiradores comunistas que queriam impor sua ditadura totalitária.  Como dito, as pessoas têm o absoluto direito de reagir e defender suas vidas, liberdade e propriedade contra um levante comunista.  Nesse processo, não se pode esperar que elas façam as distinções presentes em um processo judicial.  Elas precisam agir rapidamente e decisivamente para remover as ameaças.  Essa é a natureza de uma guerra de reação.  O cruel destino de inocentes, em sua grande maioria pessoas que não puderam ser distinguidas do inimigo, é responsabilidade dos comunistas.  Caso eles não tivessem tentado impor sua ditadura totalitária, não haveria qualquer necessidade de uso de força e violência para impedi-los.  Consequentemente, os inocentes não teriam sofrido.
Por fim, vale lembrar que o general Pinochet voluntariamente renunciou à sua ditadura.  Ele fez isso após ter logrado dois êxitos: impedir uma tomada comunista e impor vastas reformas pró-livre mercado na então completamente combalida economia chilena.  O efeito dessas reformas foi o transformar o Chile na mais próspera economia da América Latina.  De acordo com as palavras do hostil obituário do The New York Times, o ditador utilizou seu poder para "determinar limites, por exemplo, nos debates sobre políticas econômicas, frequentemente alertando que não toleraria um retorno a medidas estatizantes".  Isso o tornou o único ditador não estatista em todo o mundo.

Uma palavra sobre ditaduras
Assim como as guerras, ditaduras necessariamente são um malefício.  Como as guerras, uma ditadura só pode ser justificada quando é absolutamente necessária para impedir um malefício excepcionalmente maior do que a própria ditadura e contra o qual não restam mais medidas de curto prazo.  No caso chileno, o malefício excepcionalmente maior era a imposição de uma outra ditadura permanente, muito mais abrangente e severa: a ditadura comunista.
Não obstante o fato de que o general Pinochet utilizou seus poderes de ditador para implementar grandes reformas pró-livre mercado, a ditadura jamais deve ser vista como um meio justificável para a implantação de tais reformas, por mais necessárias e desejáveis que elas sejam.  A ditadura é a mais perigosa das instituições políticas e facilmente produz resultados catastróficos.  Isso porque um ditador não está restringido por nenhuma discussão ou debate público, o que facilmente o permite levar o país a desastres que poderiam ter sido evitados caso houvesse a liberdade de se criticar suas ações e de se fazer oposição a elas.  E mesmo quando suas políticas parecem estar certas, o fato de que elas são impostas contrariamente à opinião pública apenas faz aumentar a impopularidade delas, dificultando ainda mais qualquer necessidade de mudança permanente.
Com base nessas considerações, quando perguntado o que faria caso fosse apontado ditador, Ludwig von Mises respondeu: "Eu renunciaria".

A necessidade de métodos brutais para se atingir o socialismo
Por que o socialismo jamais pode ser aplicado consensualmente?  Por que os comunistas chilenos tiveram de implantar seu sonhado modelo à força?
Comecemos considerando os meios empregados para se alcançar o socialismo.  De imediato, observamos dois fenômenos que não são dissociados um do outro.  Primeiro: onde quer que o socialismo tenha sido implantado, como nos países do bloco comunista e na Alemanha nazista, métodos violentos e sanguinários foram utilizados para impô-lo e mantê-lo.  Segundo: nos países onde partidos socialistas chegaram ao poder mas se abstiveram de violência e derramamento de sangue, como na Grã-Bretanha, em Israel ou na Suécia, eles não implementaram o socialismo de fato, mas conservaram a chamada economia mista, a qual eles não alteraram radicalmente nem fundamentalmente.  Consideremos as razões para esses fatos. 

Mesmo que um governo genuinamente socialista fosse eleito democraticamente, seu primeiro ato de governo ao implantar o socialismo teria de ser um ato de enorme violência, qual seja, a expropriação a força dos meios de produção.  A eleição democrática de um governo socialista não alteraria o fato de que o confisco de propriedade contra a vontade dos proprietários é um ato de força.  Uma expropriação à força da propriedade baseada no voto democrático é tão pacífica quanto um linchamento também baseado no voto.  Trata-se de uma violação primordial dos direitos individuais.  A única maneira de o socialismo realmente ser implantado por meios pacíficos seria com os donos de propriedade voluntariamente doando sua propriedade ao estado socialista.  Porém, pense nisso.  Se o socialismo tivesse de esperar que os donos de propriedade doassem voluntariamente sua propriedade para o estado, este certamente teria de esperar para sempre.  Logo, se o socialismo tem de ser implementado, então ele só pode existir por meio da força — e força aplicada em escala maciça, contra toda a propriedade privada.
Ademais, no caso da socialização de todo o sistema econômico, em contraposição à socialização de uma indústria isolada, é impossível criar alguma forma de compensação para os donos das propriedades confiscadas.  No caso de uma estatização isolada, o governo pode compensar os proprietários destituídos simplesmente tributando o restante dos donos de propriedade.  Mas se o governo confisca todas as propriedades, e simplesmente abole a propriedade privada, então não há nenhuma possibilidade de compensação justa.  O governo simplesmente rouba a propriedade de todos, por completo.  Nessas circunstâncias, os donos de propriedade irão quase que certamente resistir e tentar defender seus direitos — pela força, se necessário —, e estariam totalmente corretos em agir assim.

Isso explica por que apenas os comunistas conseguem implantar o socialismo, e por que os social-democratas sempre fracassam em suas tentativas.  Os comunistas, com efeito, sabem que têm de ir a campo e roubar toda a propriedade dos homens.  E sabem também que, se quiserem ser bem sucedidos nessa empreitada, é melhor irem armados e preparados para matar os donos de propriedade, os quais certamente tentarão defender seus direitos (daí a importância de se desarmar a população para se implantar um estado totalitário).  Os social-democratas, por outro lado, são hesitantes e acabem sendo contidos pelo medo de tomar essas medidas necessárias para se chegar ao socialismo.
Em suma, os fatos essenciais são esses.  O socialismo necessariamente deve começar com um enorme ato de confisco.  Aqueles que querem seriamente roubar devem estar preparados para matar aqueles a quem eles planejam roubar.  Assim sendo, os social-democratas são meros vigaristas e batedores de carteira, que se ocupam em proferir palavras vazias sobre o dia em que finalmente implantarão o socialismo, mas que saem em desabalada carreira ante o primeiro sinal de resistência oferecido por suas almejadas vítimas.  Os comunistas, por outro lado, levam muito a sério a implantação do socialismo.  Eles são assaltantes armados preparados para matar.  É por isso que os comunistas conseguem implantar o socialismo.  Dentre esses dois, apenas os comunistas estão dispostos a empregar os meios sanguinolentos necessários para implantar o socialismo.
Portanto, torna-se claro por que todos os livros, palestras e protestos pacíficos do mundo são incapazes de algum dia implantarem o socialismo: eles jamais irão persuadir o número necessário de pessoas a doarem voluntariamente sua propriedade ao estado socialista.  Portanto, todas essas medidas "intelectuais" serão necessariamente fúteis, pelo menos até o ponto em que tudo descambe em ação violenta.
A implicação de tudo isso é que, a menos que os marxistas possam se tornar satisfeitos com a atual situação, assim como os social-democratas aparentemente aprenderam a ser — com medidas econômicas apenas parciais rumo ao seu objetivo, tais como a criação e a expansão do estado assistencialista, regulador e vorazmente tributador —, eles estarão fadados à frustração permanente.  Ao mesmo tempo, aqueles dentre eles que continuarem comprometidos com a realização do seu objetivo — isto é, o real socialismo — certamente não irão tolerar tal frustração permanentemente.  Pela lógica, é de se supor que, em algum momento, quase que inevitavelmente, eles irão descambar para a ação violenta, pois essa é a única maneira na qual eles podem de fato realizar seu objetivo.

Tais marxistas, como os socialistas — os sérios e dedicados —, não são de modo algum santos ou mártires incriticáveis, mas sim pessoas perigosas e com uma mentalidade criminosa.

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Doce capitalismo

por A-24, em 03.05.12

Falar de Marx após a morte dos marxismos

por A-24, em 16.04.12
Desde a surpreendente queda do muro de Berlim, na já longínqua década de oitenta do século passado, têm vindo a surgir novas (re)leituras de Marx – da sua obra – imunes aos preconceitos ideológicos. A tese é simples: o pensamento de Marx não estava – nem está – errado; nunca falhou… As concretizações históricas concretas é que se alhearam do verdadeiro ‘espírito de Marx’: foi isso o que aconteceu. Nesse sentido, Derrida, Deleuze, Zizek e mais recentemente, entre nós, Sousa Dias[1] procuram desconstruir o dogmatismo da doutrina marxista-leninista de forma a possibilitar um ressurgimento do pensamento de Marx, mais autêntico, cujo espírito urge enquanto necessidade capital de uma sociedade decadente e saturada do  capitalismo que nela vigora. O Marx que aqui nos é apresentando é um Marx avesso a qualquer ideologia, imune e purificado das deturpações ideológicas do leninismo, do maoismo, e de todos os que o tentaram concretizar e enclausurar num ‘ismo’; um Marx contrário a toda a fixação ou cristalização do humano em conceitos e sistemas; um Marx revoltoso de todo o realismo; um Marx cujo espírito – contido no conceito de ‘revolução’ - é essencialmente ‘emancipação’, «fé numa im-possível transformação»[2]; um Marx, num certo sentido, quase nietschiano. Com efeito, em Teses sobre Feuerbach, Marx afirma que «os filósofos não fizeram mais do que interpretar o mundo (…); o que importa é transformá-lo». Esta máxima coaduna-se bastante bem com o espírito de reivindicação dos direitos individuais e da cultura de tolerância (quase sem limites) que fomenta uma ordem jurídica capaz de integrar diversos indivíduos, com diferentes desejos e aspirações, no mesmo espaço comum – o que aliás está bem patente na acção política da chamada esquerda moderna.
Gostava de deixar aqui três questões acerca desta renaissance marxista. Em primeiro lugar, não será que esta releitura do pensamento de Marx não poderia ter um equivalente em relação aos princípios do capitalismo e aos autores liberais? Ou melhor, porque razão é o pensamento marxista eterno e
sempre aplicável, enquanto que o capitalismo assiste ao seu término sempre que se depara com uma crise?
Em segundo lugar, não será que esta célebre tese marxista, segundo a qual devemos transformar o mundo em vez de o interpretarmos, não está profundamente errada? Não será que a crise actual que atravessamos não mostra os limites do homem e da sociedade? Não será, também, a realidade a impor-se aos nossos desejos e aspirações?
E, por último, não será este espírito de Marx – que certos autores propõem como parte da solução – um dos culpados da situação que vivemos? Ou seja, não será que esta cultura revolucionária de emancipação – que promove a «fé numa im-possível transformação» do mundo – não legitima os indivíduos a realizarem os seus desejos sem limites tendendo a originar situações insustentáveis do ponto de vista colectivo e social?
Concordemos ou não, creio que todos podemos tirar proveito da leitura destas novas interpretações de Marx e do nosso mundo hodierno.


[1] Ver DIAS, Sousa – Grandeza de Marx: por uma política do impossível. Lisboa: Assírio & Alvim, 2011.
ZIZEK, Slavoj – Viver no Fim dos Tempos. Lisboa: Relógio d’Água, 2011.
[2] DIAS, op. cit., p. 25

por Andreas Lind, in Cachimbo de Magritte

Equívocos a respeito do liberalismo

por A-24, em 21.03.12
A simpatia e a admiração que nutro pelo Miguel Castelo-Branco e pelos seus escritos levam-me a esboçar uma breve réplica a um texto que, confesso, não esperava ver no Combustões, e que se visse em qualquer outro blog de que não seja leitor regular não me levaria a escrever este post. Faço-o não só pela estima que tenho pelo Miguel como também por saber que provavelmente poderá surgir daqui um interessante debate, se achar por bem. Aqui fica, por pontos:

1 - Que os homens são naturalmente desiguais não é, nem precisa de ser, uma prova de fé. É uma constatação derivada da mera observação empírica. Biológica, fisionómica e psicologicamente somos todos desiguais (ou diferentes, como alguns advogados do politicamente correcto preferem dizer).

2 - A que liberalismo se refere o Miguel? É que, como o Miguel bem sabe, não há um liberalismo mas vários. E o liberalismo clássico, brilhantemente refundado no século XX por Hayek e Popper (entre outros) não cai nas lógicas redutoras do anarco-capitalismo, essas sim as criticadas pelo Miguel e muito bem, até chegar ao último parágrafo e confundir isso com o liberalismo em geral. Tomar o todo pela parte, como se o liberalismo fosse uma única doutrina ou ideologia, é, parece-me, contribuir para uma confusão generalizada pelas mais do que banais e patéticas críticas ao neo-liberalismo, quando os seus vociferadores geralmente nem sabem do que falam (sabem lá eles distinguir entre liberalismo clássico, liberalismo continental, libertarianismo ou anarco-capitalismo) - trata-se do processo de externalização daquilo que não sabemos explicar para um mito, desta forma procurando confortar-nos a nós próprios e evitar confrontar a realidade e tentar percebê-la.

3 - Como o liberalismo em que me filio é o clássico, e como hayekiano, permita-me o Miguel o atrevimento de repudiar a confusão em que incorre, clarificando que Hayek insere-se numa linha de pensamento que perspectiva a democracia como um método que se preocupa essencialmente em limitar o poder de quem governa, o que é uma concepção característica da teoria e prática da democracia de origem anglo-saxónica, por oposição à concepção de origem francesa e continental que vê a democracia assente em princípios como o bem comum e a vontade geral. Para Hayek, embora o estado liberal não possa senão basear-se no governo limitado, tal não significa, contudo, que o estado tenha que ser necessariamente um estado mínimo[1], que alguns autores, como Robert Nozick, defendem. Hayek vê no estado um mal necessário que tem duas funções essenciais: a primeira, assegurar a manutenção das regras da ordem espontânea; a segunda, providenciar bens e serviços que a ordem espontânea não produz ou não pode produzir adequadamente.[2] Hayek limita a actuação do governo à observância de determinados princípios, e não sendo partidário do não intervencionismo ou laissez-faire admite, conforme nota André Azevedo Alves, “que um vasto conjunto de actividades governamentais pode ser compatível com uma sociedade livre.”[3] Aliás, mesmo na sua obra mais conhecida, Hayek afirma que nas sociedades industriais contemporâneas não há razão, dados os níveis de riqueza alcançados, para não garantir um mínimo de segurança económica a todos os cidadãos, sem que tal coloque em causa a liberdade individual.[4]

4 - Uma vigilância constante sobre o Estado é mais do que recomendável, na medida em que, devido ao perverso conceito de justiça social - cuja emergência permitiu novas reivindicações por parte dos cidadãos em relação ao governo, mas que permitiu a este um alargar discricionário dos seus poderes, conquanto que as suas acções sejam legitimadas em nome da justiça social[5] -, o estado de direito, ou seja, a lei enquanto princípio geral e abstracto, deixou de ser um limite à acção governativa, que passou a ser explorada pelos grupos de interesses, que assim puderam prosseguir os seus objectivos particulares à custa de terceiros, muitas vezes prejudicando a sociedade como um todo, mesmo que os indivíduos não o percebam ou até apoiem estes grupos de interesses, simplesmente porque estes recorrem à camuflagem dos seus intentos sob a capa da justiça social.[6] Que o Estado forneça os bens a que o Miguel alude, não é desculpa alguma para deixarmos de ser cépticos em relação ao exercício do poder, até porque teríamos que ser muito optimistas (ingénuos mesmo) em relação à natureza humana para tal. É por isto que o liberalismo tem uma concepção anti-estatista e anti-construtivista da vida e do mundo.  Conforme Richard Bellamy aponta, a única forma de evitar que o governo se torne presa dos interesses particulares e adopte políticas que pretendem dirigir a ordem social para os fins daqueles, é limitar o raio de acção em que o governo pode utilizar os seus poderes coercivos para aumentar os seus recursos e organizar os indivíduos, retirando-lhe a capacidade de conceder benefícios a grupos de interesses. Isto pressupõe não só a separação de poderes como a obediência da acção governamental ao estado de direito.[7] Não há em nada disto uma diabolização do Estado ou a intenção de o abolir, muito pelo contrário.

5 - É muito discutível que, entre os vários bens/serviços que o Miguel aponta, a educação, o funcionamento regular do mercado ou as leis emanem do Estado: a educação, em Portugal pelo menos, era em larga medida providenciada pela Igreja; o verdadeiro mercado livre surge da acção humana, mas não é produto de qualquer desenho consciente, apenas necessitando da manutenção de regras de conduta gerais e abstractas (premissas kantianas) que, estas sim, podem ser impostas pelo Estado - o problema está em as regulamentações raramente obedecerem a estas premissas, sendo na verdade comandos específicos apropriados a ordens de organização e não a ordens espontâneas, acabando por perverter o funcionamento do mercado livre; as leis, se partirmos do jusnaturalismo, não emanam no Estado, e no sistema de direito anglo-saxónico são descobertas através de um processo análogo ao do mercado, por tentativa e erro. A apropriação destes e outros sectores pelo Estado é feita a posteriori e é largamente responsável pelos tempos de crise que vamos vivendo, em que a sustentabilidade financeira do Estado foi completamente descurada, colocando a soberania interna e externa em causa. Como assinalou Adam Smith em A Riqueza das Nações, "É a maior impertinência e presunção, portanto, em reis e ministros, pretender vigiar a economia de pessoas privadas, e restringir a sua despesa quer por leis sumptuárias, ou através da proibição da importação de luxos estrangeiros. Eles próprios são sempre, e sem qualquer excepção, os maiores gastadores na sociedade. Eles que olhem bem pela sua própria despesa, e poderão confiar seguramente a das pessoas privadas a estas. Se a sua própria extravagância não arruinar o Estado, a dos seus súbditos nunca o fará."[8] 

[1] John Gray, Liberalism, 2.ª ed., Minneapolis, The University of Minnesota Press, 1995, p. 70.
[2] F. A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 1: Rules and Order, Londres, Routledge, 1998, pp. 47-48; Vol. 3: The Political Order of a Free People, p 41.
[3] André Azevedo Alves, Ordem, Liberdade e Estado: Uma Reflexão Crítica sobre a Filosofia Política em Hayek e Buchanan, Senhora da Hora, Edições Praedicare, 2006, p. 112.
[4] F. A. Hayek, The Road to Serfdom, Chicago, The University of Chicago Press, 2007, pp. 147-148.
[5] Mark S. Peacock, "On Political Competition: Democracy, Opinion and Responsibility", in Constitutional Political Economy, Vol. 15, N.º 2, 2004, p. 198.
[6] F. A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 2: The Mirage of Social Justice, op. cit., p. 96.
[7] Richard Bellamy, "Dethroning Politics’: Liberalism, Constitutionalism and Democracy in the Thought of F. A. Hayek", in British Journal of Political Science, Vol. 24, N.º 4, p. 425.