Os sexos mostram grandes diferenças na forma como eles avaliam a arte, revela um novo estudo de co-autoria da escola de marketing da Michigan State University.
Os homens parecem concentrar-se mais no «background» do artista e na autenticidade enquanto as mulheres prestam mais atenção à própria arte.
O estudo, que foi publicado na revista Psicologia & Marketing, é o primeiro a investigar a importância da "marca" de um artista para consumidores médios quando avaliam arte. Acontece que essa marca pessoal é muito importante. Trata-se uma descoberta que tem implicações para as indústrias de 64.000 milhões de dólares do mercado de arte e de outros produtos como alimentação e moda.
"Todos os consumidores no estudo, mas especialmente os homens, avaliaram a arte com uma forte ênfase sobre a forma motivada e apaixonada como o artista estava", disse Stephanie Mangus, professora assistente na Broad College of Business da MSU. "Então, se é um artista ou se gere a carreira de um artista, desenvolver essa marca humana - passando a mensagem de que é autêntico - torna-se essencial."
As mulheres também têm em conta a autenticidade do artista, mas um factor mais importante para elas era o artístico. "As mulheres estão mais dispostas a passar por um processo complicado de avaliar realmente a obra de arte", disse Mangus ", enquanto os homens podem dizer: 'Esse é um grande artista, então vou comprar a sua obra."
El Pais - La ex modelo Christine Hart reflexiona sobre diez años de carrera en su debut editorial. Abusos sexuales sobre compañeras, adicciones y desfiles para Gadafi en en un mundo regido por la dictadura de la belleza.
Han tenido que pasar un par de décadas para averiguar que en el cénit de su carrera, Linda Evangelista, –la supermodelo que no se levantaba de la cama por menos de 10.000 dólares–, en realidad vivía inmersa en la soledad y sólo se animaba jugando a la Game Boy. También tuvieron que pasar unos cuantos años para que Karen Mulder, la que fuese 'la rubia con clase' de las pasarelas, protagonizase un sonado escándalo al revelar –previo ingreso en un psiquiátrico–, que Alberto de Mónaco y otros ejecutivos de la agencia Elite trataron de violarla, que su padre la hipnotizaba para hacer lo propio y que en sus años de top model había sido poco más que una moneda de intercambio sexual. Aunque la holandesa pidió perdón y trató de mantener un perfil bajo tras las declaraciones, su intento de suicidio en 2002 revivió el debate sobre el estilo de vida de las modelos y las consecuencias psicológicas de su trabajo.
En un mundo en el que
Christine trabajó con reputados fotógrafos como Helmut Newton. En la foto, sentada junto al sofá durante una sesión para la firma Montblanc.
aliarse con un fotógrafo puede ser la mejor estrategia (véase el tándem Kate Moss-Corinne Day) o hundirte en el anonimato más devastador (recuerden si no el affaire Minerva Portillo-Terry Richardson y las fotos publicadas en Kibosh), mantener la cabeza fría y sobrevivir a la montaña rusa de éxitos y caídas en esta profesión puede considerarse como un auténtico triunfo. Así lo piensa Christine Hart, una ex modelo profesional que durante 10 años (entre los 90 y la primera década del 2000) trabajó en Milán, París y Nueva York, se codeó con las tops en la etapa dorada de las supermodelos, trabajó para Helmut Newton, desfiló para Gadafi y vivió para contarlo (y publicarlo) en su debut editorial.
Hart ha autoeditado Lo que las modelos callan, una suerte de diario personal en el que la modelo española, de origen alemán, desvela sus vivencias en una profesión que llegó a considerarla como “un vejestorio” porque empezó en el mundillo con 25 años, recién licenciada en Derecho. “Tener una formación previa me ha dado una base indiscutible para nadar en un mar de pirañas y tiburones” explica a S Moda.
En su libro, la ex modelo (ahora casada y con hijos) describe crudos episodios de abusos, como el desplome de una compañera en pleno casting en Grecia. Al parecer, la joven se desmayó por la impresión que le dio descubrir que en el interior de su vagina había “varios condones recubiertos de semen y flujo que habían estado almacenados durante 24 horas. Lo malo era que ella no tenía recuerdo de nada de lo que le había sucedido la noche anterior, excepto que había estado bebiendo y fumando porros con un fotógrafo, hasta que perdió la noción de la realidad”, explica en sus páginas. “Son episodios aislados, pero esos pocos ya son demasiados porque no debería ocurrir en menores. Empezar con 14 o 15 años es una aberración. Son edades casi infantiles y es fácil caer en espejismos”, cuenta.
Aunque Hart guarda un buen recuerdo de sus encuentros/trabajos con fotógrafos reputados como el “genio” de Helmut Newton (con el que realizó una campaña para Montblanc), tampoco olvida el endiosamiento de otros cámaras. “Las modelos pecan de ingenuas y tienden a sentirse en inferioridad cuando trabajan con un fotógrafo célebre. Creen estar obligadas a caerles en gracia, soñando en convertirse en su musa y así ganar algún favor o privilegio. Suelen ceder a sus fantasías, que a menudo nacen en medio de sesiones fotográficas por excitación”, lamenta la ex modelo.
Lo dice una modelo “comercial que no estaba sujeta a las modas” y cuya imagen “clásica” facilitó su carrera en su edad más adulta, aunque siempre tuvo que pasar por “el control de calidad de la temida cinta métrica”. “Hoy la modelo sufre más la dictadura de la belleza que una modelo de los 80. De una talla 38 se ha pasado a una 34 (sobre todo en la pasarela) y las modelos actuales no transmiten. De hecho, no llegan a calar entre el público. Ahora no sabes si las chicas son autómatas o modelos. Muchas están en los huesos y tampoco ayuda el factor que ya ninguna sonríe”, cuenta.
Tras pasar por estrambóticos episodios como desfilar en un búnker en el desierto de Libia (“pasé el miedo de mi vida […] En teoría íbamos a Trípoli a desfilar para la embajada española y promover la moda occidental, pero acabamos aterrizando en medio del desierto, encerradas en un búnker y saludando al mismísimo Gadafi), conocer el nivel de adicción al trabajo que da la profesión en Nueva York o “sentirse como un florero” en las fiestas del festival de cine de Cannes; Hart decidió dejar la profesión por amor. “Me enamoré de mi marido, enseguida formé una familia y quería dedicarme a mis hijos. Tenía 35 años y ganaba más dinero que nunca”, apunta.
Ahora lamenta que la profesión haya pasado del “club exclusivo” de los 80 a la profesión popular de hoy en día. “Se han abierto mercados y fronteras, y llegan chicas de cualquier lugar remoto deseosas de triunfar y alcanzar la fama a cualquier precio. Esto ha convertido la profesión en un circuito de rivales”.
Por vezes alguns dos aspectos mais secundários de um quadro são os que o tornam mais significativo. Acontece isso no célebre O Grito, de Edvard Munch (1893), peça essencial da iconografia do nosso tempo. Vi pela primeira vez esta tela densa e misteriosa ainda criança, reproduzida num selo norueguês que me fascinou. Norge, lia-se nesse selo branco e azul, como atestado de proveniência. Mirei-o e remirei-o incessantemente, sem nada saber da arte de Munch nem da sua existência atribulada. Fascinou-me ao primeiro olhar: jamais vira – jamais vi – os abismos da mente humana captados de forma tão verosímil pelos caprichos de um pincel lançado numa espécie de liturgia do expressonismo. Há vida neste quadro. Vida transtornada, transfigurada, trepassada por uma dilacerante angústia existencial, indescritível por palavras. Só vendo se percebe.
De há cem anos para cá, multiplicaram-se as teorias sobre a origem deste ‘grito’ tão singular. Houve quem mencionasse a hipótese de um ataque de pânico que o artista transportaria para a sua tela, falou-se em ansiedade e neurose. Houve até quem arriscasse que tudo se terá devido às frequentes libações alcoólicas de Munch. Não faltaram as teses psicanalíticas, aludindo à sucessão de dramas na infância do pintor, que ficou órfão de mãe muito cedo e viu a irmã mais velha desaparecer de forma trágica.
Filho de médico, o artista noruguês (1863-1944) habituou-se a acompanhar o pai, em criança, a diversas visitas domiciliárias que lhe causariam um permanente assombro perante os abismos da doença e o rasto inevitável da morte.
É o próprio Munch que nos ajuda a desvendar o que terá ocorrido naquele fim de tarde de 1892 numa rua de Cristiânia [a actual Oslo]:“Caminhava com dois amigos. O sol, vermelho-sangue, descia no horizonte – e senti-me invadido por um sopro de tristeza. Parei, num cansaço de morte. Sobre o fiorde negro-azulado e a cidade caíam línguas de fogo. Os meus amigos prosseguiram – eu fiquei, tremendo de medo. Senti um grito infinito através da natureza. Senti como se conseguisse de facto escutar esse grito.”
Não tardou a fazer um esboço daquele que viria a tornar-se um dos quadros mais célebres de todos os tempos, cheio de linhas irregulares e convulsivas: terra, água e céu parecem atingidas pela mesma vaga demencial de sangue e fogo. A paleta de Munch é única. E a sua visão sombria da existência também. No rosto da figura principal – de algum modo um símbolo do mundo contemporâneo – estampa-se a “imagem primária do medo”, como acentuou o britânico Iain Zaczek, autor da obra The Collins Big Book of Art and Masterworks.
Regresso ao princípio para acentuar um daqueles pormenores que fazem toda a diferença nos melhores quadros: as duas figuras de cartola que caminham impávidas na direcção oposta à da personagem principal. Elas – e só elas – nos elucidam de que tudo quanto ali vemos se passa apenas na mente perturbada do autor, estabelecendo um evidente contraste entre o que este imagina por sugestão de um pôr-de-sol e a realidade objectiva daquele plácido fim de tarde na capital norueguesa.
“Só podia ter sido pintado por um louco”, escreveu Munch, a lápis, numa das cópias deste quadro que lhe deu projecção universal. Um seu contemporâneo português, Fernando Pessoa, bem poderia responder-lhe nestes versos antológicos, adaptáveis a todas as estações da vida: “Sem a loucura o que é o homem / Mais que a besta sadia, / Cadáver adiado que procria?”
Outro quadro: Auto-Retrato com Cigarro, de Munch (1895). Tal como O Grito, pertence à colecção do Museu Munch, em Oslo. Pedro Correia in Delito de Opinião
O pintor inglês Lucian Freud morreu esta quarta-feira à noite, aos 88 anos, em Londres. O artista plástico morreu na sequência de uma doença súbita, disse William Acquavella, das Acquavella Galleries, galerista de Freud, citado peloNew York Times. Neto do fundador da psicanálise, Lucian emigrou, com a família, da Alemanha para Inglaterra no início dos anos 30 para fugir ao regime nazi, tendo adquirido naturalidade britânica em 1939.
Lucian Freud aproximou-se, numa primeira fase, da estética do surrealismo, mas durante os anos 1950 muda de registo estilístico. Começa a pintura de retratos, geralmente de nus humanos acompanhados de objectos, recorrendo à técnica de impasto.
“Eu pinto as pessoas não pelo que elas parecem, não exactamente como elas são, mas como elas deviam ser”, disse o autor das pinturas “Naked Man With The Rat” e “After Cézanne”.
Vinculado a uma linguagem figurativa, centrada na representação do corpo humano, pintou familiares e amigos no seu atelier durante décadas. Numa entrevista por ocasião de uma exposição do pintor no Centro Georges Pompidou, em Paris, em 2010, Freud sublinhava a importância da confiança e da intimidade com os modelos e das atmosferas. Uma ideia que atravessou a sua carreira, a atender a uma entrevista datada de 1974: “Trabalho a partir das pessoas que me interessam e com as quais me preocupo, em espaços em que eu vivo e conheço”.
Num estudo sobre a cena artística londrina dos anos 60, o crítico de arte John Russell destacava na obra de Freud a relação entre o pintor e o corpo pintado, associando-a à “mais clássica relação do século XX, a do inquisidor e o inquirido”.
Lucian Freud preferia a designação de biólogo – a sua outra profissão – à de artista, ressalvando a sua distância dos pintores românticos e da própria herança da psicanálise, desenvolvida pelo avô Sigmund Freud. Ao longo de uma carreira de cerca de 60 anos, o artista concentrou-se na representação da fisionomia humana, relegando para segundo plano a psicologia.
“Eu quero que a pintura seja carne. Para mim o quadro é a pessoa”, disse em 2010, acrescentando que, embora apreciasse o orgânico, não lhe chegava reproduzi-lo. A “intensificação do real” foi o caminho que escolheu para pintar o “lado animal” do corpo humano.
Além do nu reflexivo – salientado numa exposição permanente de corpos obesos, desproporcionados e enrugados - que domina a obra do pintor, nascido em Berlim a 8 de Dezembro de 1922, o neto mais célebre de Sigmund Freud interessou-se ainda pela intertextualidade com pinturas de artistas como Cézanne, Watteau e Chardin, cujos quadros reinterpretou à sua maneira.Em Portugal, "Naked Girl with Egg", uma obra da autoria do pintor britânico, pode ser vista, desde a passada sexta-feira, na Fundação EDP, no Porto, no âmbito da exposição “My Choice”, composta por obras da colecção do British Council seleccionadas por Paula Rego.
Ingressou no mundo da arte cedo, iniciando os estudos na Central School Of Art, em Londres, cidade onde morreu nesta quarta-feira à noite, aos 88 anos.